Estrés y Ejercicio

Cuando pensamos en hacer ejercicio siempre lo hacemos pensando en todas las cosas positivas que nos aporta; mejoramos la forma física, mejoramos la fuerza, nos ayuda a liberar tensiones, desconectamos del día a día, dormimos mejor, nos sentimos más ágiles, nos ayuda a mantener nuestra independencia, quemamos los excesos del fin de semana… hay millones de razones por las que hacer ejercicio es bueno para todas las personas.

Ahora bien… lanzo una pregunta.

¿Es el ejercicio físico un estrés para el cuerpo?

Siempre me enredo con respuestas complicadas y enrevesadas, pero en este caso la respuesta es fácil:

Si, el ejercicio físico es un estrés para nuestro cuerpo.

El estrés como aliado del ejercicio

El mayor beneficio que obtenemos del ejercicio es precisamente este estrés. Algo que podría parecer, a simple vista, negativo y que, sin embargo, cuando está controlado, hace que nuestro cuerpo avance, crezca y mejore.

Cuando empezamos a ir al gimnasio, las primeras semanas son las más duras pero, poco a poco, el cuerpo se va adaptando y nos va resultando más llevadero lo que antes era un suplicio. Cada vez necesitamos más intensidad o más frecuencia para sentir que seguimos progresando. O lo que es lo mismo, necesitamos volver a “estresar” a nuestro cuerpo para que éste continúe mejorando.

El estrés como enemigo del ejercicio

Y es que podemos hacer que nuestro aliado pase a ser nuestro peor enemigo.  

Como ya hemos visto, el estrés controlado es algo extremadamente positivo ya que nos lleva a adaptarnos a esa nueva situación y así es como mejoramos.

Ahora bien, ¿qué pasa cuándo el nivel de estrés al que sometemos al cuerpo es mayor que el que nuestro cuerpo puede tolerar?

Imaginemos que estoy trabajando mis sentadillas y de momento estoy luchando por hacerlas con 10kg en barra. ¿Qué crees que pasaría si un día se me ocurre que voy a empezar a hacerlas con 20kg y siempre después de hacer una clase de spinning? Podría parecer que, al someter al cuerpo a más estrés, la mejora sería más rápida. Pero no es así. Y es que si me paso de peso, si me paso de estrés, me puedo lesionar.

El estrés que me ayuda a crecer, me puede romper

“A mi no me afecta, yo siempre tengo cuidado cuando hago ejercicio”

¿Estás seguro/a?

Imaginemos esta vez que yo sigo trabajando mis sentadillas, con mis 10kg en barra, he calentado antes, estiro después… peeeeeero… la noche anterior he dormido sólo 4 horas porque mi hija está resfriada, en el trabajo tengo tres informes pendientes por entregar y tengo a mi jefa en la chepa y encima estoy acabando de meter la casa en cajas porque el lunes que viene es la mudanza. Y claro, no me ha dado tiempo a cocinar nada por lo que llevo 2 días comiendo pizza y algún que otro bocata de mortadela.

Con todo este percal, ¿qué hago? Me voy al gimnasio a levantar pesas y a estresar aun más a un cuerpo que parece que ya tiene suficiente estrés como para encima añadirle más.

No descansar lo suficiente, una alimentación que no es equilibrada, el estrés en otros ámbitos de nuestra vida, una mudanza, una resaca, una boda el día anterior… todo esto son factores que añaden estrés a nuestro cuerpo. Y todo esto lo tenemos que tener en cuenta a la hora de decidir si ir al gimnasio o no o incluso hacer cambios en la rutina. Porque hay días en los que lo saludable es quedarse en casa, alimentarse bien y descansar.

Y con todo esto no estoy diciendo que haya que dejar de lado el ejercicio hasta que nuestra vida sea tranquila y equilibrada. Lo que intento es animaros a manejar mejor esas situaciones de estrés negativo para así poder regalarle a tu cuerpo el estrés positivo del ejercicio físico.   

Escucha tu cuerpo, obsérvate, y trátate bien. Mañana será otro día, y pegarás más

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