El cerebro y el dolor

“¡Anda, venga!, que no te puede doler tanto”, “¿cómo te va a doler ahí?”, “pues a mi me pasó lo mismo el año pasado y no me dolió nada.”

¿Te han dicho alguna vez algo parecido? 

El dolor es un tema muy complejo y nuestro cerebro juega un papel protagonista en cómo y por qué lo sentimos. Voy a intentar explicarlo con una pequeña historia.   

Cuéntame un cuento sobre el dolor… 

Lorimer Moseley, fisioterapeuta australiano mundialmente reconocido por sus estudios en relación al dolor, publicó en 2007 su libro Painful yarns”. En el, y a través de pequeñas historias, nos explica de manera sencilla cómo funciona el mecanismo del dolor. Os voy a contar una de esas historias. Es cortita y muy interesante. ¡Quedaos conmigo!

Lorimer y su mujer pasaban un fin de semana en la cabaña de unos amigos que estaba en mitad del monte. Una mañana Lorimer fue a bañarse a un río cercano. Iba caminando rodeado de árboles, pisando la arena y rozándose con alguna que otra rama y hoja seca. Y entonces notó un roce más intenso, como un ligero pellizco por encima de su tobillo izquierdo. Soltó un pequeño “¡ay!”, se sacudió el pie y continúo hacia el río. 

Ese pellizco, como veremos más adelante, fue algo más que eso. Pero entonces, ¿por qué respondió su cerebro como lo hizo?

La sensación de pellizco en el tobillo viaja desde el pie hasta su cerebro. El cerebro evalúa entonces la situación: Lorimer estaba caminando rodeado de árboles, ramas y hojas y el pinchazo lo había sentido mientras caminaba. El cerebro llega a la conclusión que esa misma sensación en un medio similar lo ha vivido Lorimer con anterioridad en millones de ocasiones, siempre con el resultado de unos inofensivos arañazos en la pierna. Por tanto, a la pregunta “¿Cómo de peligrosa es esta situación?”, su cerebro responde “Esta situación no es peligrosa”. 

Pero Lorimer no había sentido un simple pinchazo. Había sido atacado por una serpiente marrón del este, la segunda serpiente terrestre más venenosa del mundo. Spoiler: Lorimer sobrevivió al ataque. 

Pero, aquí no acaba la historia. Seis meses más tarde sucedió otro episodio que lo hace todo aún más interesante. 

Esta vez, estaba caminando con un grupo de personas por el Parque Nacional Lane Cove cerca de Sydney, cuando de nuevo notó un pellizco por encima de su tobillo izquierdo. El dolor está vez fue intenso e inmediato. Él lo describe como un dolor eléctrico y quemante que le dejó sin respiración y que le subió hasta la ingle en forma de corriente. Acabó tirado en el suelo gritando de dolor. 

¿Qué pasó en su cerebro en esta ocasión?

Al igual que 6 meses antes, la sensación de pellizco en el tobillo viaja desde el pie hasta el cerebro. El cerebro evalúa de nuevo la situación: Lorimer estaba caminando rodeado de árboles, ramas y hojas secas y el pinchazo lo había sentido mientras caminaba. El cerebro entonces llega a la conclusión que esa misma sensación en un medio similar hace 6 meses ¡casi lo mata! A la pregunta “¿Cómo de peligrosa es esta situación?” su cerebro esta vez responde “Esta situación es extremadamente peligrosa”

Pasaron unos minutos antes de que alguien le pudiera examinar en profundidad dándose cuenta de que lo que había sentido esta vez era el arañazo de una rama. 

La primera vez Lorimer no sintió dolor, la segunda vez sintió un dolor fortísimo. Después del ataque por parte de la serpiente, Lorimer tuvo dolor en la ingle durante aproximadamente una semana. En la segunda ocasión sintió molestias de manera intermitente en la ingle durante aproximadamente una semana también. Incluso después de saber que sólo había sido un arañazo. Fue como si su cerebro no estuviese convencido de que estaba completamente a salvo. 

Moraleja… 

El dolor que nosotras/os sintamos ante una determinada situación dependerá de la respuesta que nuestro cerebro se haga a la pregunta “¿Cómo de peligrosa es esta situación?” El dolor vivido, por tanto, depende de cuán peligrosa perciba nuestro cerebro que es una determinada situación.

Todo esta evaluación la hace nuestro cerebro de manera inconsciente y sin que nosotras/os tengamos control sobre ello.

Esta historia la vivió en primera persona alguien que se dedica a estudiar el dolor y que a pesar de ser totalmente consciente de cómo funciona este sistema, fue incapaz de convencer a su cerebro de que esa segunda vez estaba fuera de peligro y por tanto se podía “ahorrar” el dolor en la ingle. 

La experiencia del dolor es compleja e individual. A veces responde a un daño de los tejidos y otras veces no. A veces tu cerebro evalúa las situaciones de riesgo de manera correcta, otras veces no tanto.

Cuando sientas dolor, préstate atención. En Fisioterapia Felicidad Rodriguez queremos ayudarte a entender la situación y a manejarla de la mejor manera posible. 

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