¿Sabes por qué después de salir de fiesta lo único que te apetece es comerte una buena hamburguesa, un rico shawarma o una fuente de patatas fritas? ¿No? Pues sigue leyendo esta entrada y descubre la explicación científica qué hay detrás. ¡Allá vamos!
Te pongo en situación: después de una dura semana madrugando para ir a trabajar llega el viernes, ese ansiado día con el que llevas soñando desde el lunes y en el que pretendes quedar con tus amig@s para quitarte la tensión acumulada tras el trabajo.
Todo esto suena muy bonito, y estoy seguro de que más de una vez habrás tenido el mismo pensamiento que me asalta a mi: “qué ganas de hacer todos esos planes, pero ¡qué cansado estoy!” Sin embargo, las ganas tiran, así que te animas y te pasas la noche bailando y bebiendo.
Pero… ¡ay amig@! Tu cuerpo ya no es el que era, tu tolerancia al alcohol ha bajado, la falta de sueño pasa factura y la frase maternal “noches de desenfreno, mañanas de ibuprofeno” cobra más sentido que nunca. Al día siguiente, te despiertas tarde, con una resaca espectacular y con hambre, MUCHA HAMBRE; pero no con ganas de comer una ensalada o un puré de verduras sino algo grasiento, con sustancia, que te sacie a más no poder. ¿Te suena de algo todo esto?
Si con la boca pequeña has respondido que sí, atent@ a las siguientes líneas:
Empezaremos por lo más obvio: el sueño; eso a lo que a menudo no prestamos mucha atención y de lo que prescindimos en épocas de estrés. Pues bien, ¿sabías que reducir horas de sueño hace que nuestro cerebro segregue determinadas hormonas implicadas en el aumento de apetito? Este efecto, muy parecido al que se observa cuando se consume cannabis, reduce los niveles de saciedad haciendo que nos levantemos con un hambre atroz.
A la falta de horas de sueño vamos a añadirle un nuevo factor, la deshidratación que conlleva el consumo de alcohol. Esas bebidas espirituosas que tomamos de fiesta afectan a la hormona antidiurética, incrementando nuestra necesidad de ir al baño, potenciando la pérdida de líquidos y, por ende, deshidratándonos.
Además, también aumentan nuestro deseo de comer, no solo en cuanto a cantidad (que también), sino también con la mayor brevedad posible. ¿A que al leer esto estás pensando en el último shawarma que te comiste, la última vez que saliste, volviendo a casa?
¿Te vas dando cuenta de que, la inocente noche de fiesta titulada “una y a casa” se está convirtiendo en una noche no tan de “tranquis”?
Para más inri, mientras te vas deshidratando tu cuerpo experimenta un proceso de desmineralización, tu glucosa baja y tu cerebro no puede hacer otra cosa más aparte de enviarte señales de que necesitas comer y reponer todo aquello que estás perdiendo. ¿Cómo vas a decirle que no a eso?
El cerebro es muuuuy insistente, te come la cabeza (literalmente) y como si estuvieses hipnotizado replicas las instrucciones que te han dado. Pecas, comes como si no hubiese un mañana y luego te sientes mal. Pero no te alimentas con cualquier cosa, lo que te apetece es comida basura, nuestro tercer factor implicado, aquella capaz de estimular las mismas regiones del cerebro que el alcohol o algunas drogas, los conocidos como centro de recompensa y placer; en concreto, los del placer inmediato.
El azúcar, uno de los principales ingredientes de la comida basura, junto con las grasas saturadas, los saborizantes, conservantes y sales también activa estas regiones generando una breve sensación de felicidad. Digo breve porque a menudo tras ingerirla nos acordamos de que queríamos eliminar la comida basura de nuestra dieta, comer más saludable o de que habíamos empezado con la operación bikini. ¡TARDE, hemos caído!
¿Recuerdas que te he dicho que el alcohol deshidrata y hace que perdamos muchos compuestos que nuestro cuerpo pide a gritos reponer? Todos los minerales, proteínas, vitaminas e hidratos de carbono que hemos dejado en la discoteca tras una noche de fiesta podemos reponerlos al día siguiente ingiriendo fruta, verduras y cereales. ¡Prueba a paliar la resaca tomándolos y verás como se te hace más llevadera!
